Una llave del corazón es lo que le damos a las personas cuando abrimos nuestra intimidad. Desde el momento en el que confiamos nuestra intimidad a alguien, estamos otorgándole una llave a nuestro corazón. Una llave que le permite dos cosas: amarnos y herirnos. Dar esta llave es un arma de doble filo. Tenemos que estar muy seguros de a quién se las damos y cuidar muy bien las llaves que nos dan.

Muchas veces por miedo a sufrir dejamos de abrir nuestro corazón, de dar estas llaves. Y sin esas llaves no nos pueden amar. Estas llaves nos hacen vulnerables pero la pregunta es: ¿Merece la pena darlas? ¿Merece la pena correr el riesgo? Y la respuesta a esta pregunta es complicada. Nos cuesta compartir estas llaves, sobre todo cuando alguien antes las ha malempleado y nos ha herido. Pero esto no nos debe acobardar, sino todo lo contrario. Nos tiene que animar a seguir hacia delante con prudencia. Ya no eres el mismo de antes, ahora tienes otras herramientas en tu vida, ahora tienes la experiencia de otras ocasiones para no volver a caer en el mismo error. Hoy tienes la posibilidad de abrir tu corazón de dar esas llaves de la manera adecuada y dejarte amar y cuidar.

Y es que con Dios nos pasa lo mismo. Dios tiene la llave maestra de nuestros corazones, pero nos quiere libres. Por eso Dios no va a utilizar ninguna llave que no le hayas dado. La experiencia, los amigos, los Santos nos dejan una cosa clara. DIOS NO HACE DAÑO. Hoy tienes la oportunidad de acercarte a Dios y darle tus llaves. Dejarle que te ame, te cuide, te conforte o simplemente te guarde en silencio. Dios es una apuesta segura a la que dar tus llaves.

No es descabellado pensar que Dios también ha hecho eso con nosotros. Dios nos entrega su mayor intimidad, nos estrega a Jesucristo, tanto en la cruz como en los sacramentos, especialmente en la eucaristía. Dios se hace vulnerable ante nos otros. Se ha hecho un trozo pequeño blanco que cualquiera puede destrozar en cualquier momento. Dios nos ha dado las llaves de su corazón.

Muchas veces hablamos de dejar entrar a Dios en nuestra vida… Y muchas veces no ocurre nada. ¿Y si probamos a entrar nosotros en la vida de Dios? ¿Y si aprovechamos todas las llaves que nos da para amarle? ¿Y si empiezo a cuidar, proteger y habitar el corazón de Dios? ¿Y si dejo de buscar mi felicidad, mi comodidad e intento hacer feliz a Dios con mi vida?

Yo lo estoy intentando y estoy descubriendo que poco a poco se hace indistinguible mi corazón del de Dios. Empezamos a vivir los dos en la misma casa. Mi felicidad y la de Dios van por el mismo camino… Viviendo en Dios, descubro un corazón mas grande que el mío, unos deseos mas grandes que los míos y un amor tan grande que me sobrepasa.

CUIDA TUS LLAVES Y CUIDA LAS DE DIOS

GLORIA A DIOS