Es de sentido común que si se nos rompe un vaso e intentamos arreglarlo no vamos a romper otros vasos para ello. Si tenemos 20 vasos y se nos rompe uno, no vamos a estropear los otros 19 por el que se ha roto. Aun así, aunque esto es muy evidente, en nuestro día a día nos pasa a menudo. Dejamos que heridas, circunstancias de nuestra vida, inconvenientes… rompan el resto de vasos.

Muchas veces nos olvidamos de los regalos que tenemos en nuestra vida. Y nos centramos tanto en arreglar y cuidar lo que está roto, que empezamos a descuidar la oración, los amigos, la familia, los estudios… incluso a nosotros mismos!

Es normal que esto nos pase, el patas intenta nublar todo y generar confusión. Además, es difícil darse cuenta de esto. Intentar arreglar el vaso roto está bien y por eso podemos pensar que lo estamos haciendo bien, cuando en realidad el patas te está ocultando el resto de cosas para que las empieces a descuidar.

Esto mismo nos puede confundir en la parábola del buen pastor. Deja a las 99 por la oveja perdida. A simple vista puede parecer que el pastor descuida las 99, que las abandona. Pero si nos detenemos un poco más nos damos cuenta de que nos las deja a su suerte, sino que las deja primero en el redil, a buen recaudo. Es un buen pastor y por eso no descuida NINGUNA de sus ovejas.

Dios está obrando maravillas en tu vida. Mírale a Él, mira su grandeza y cuida todo lo que te regala. Está construyendo un castillo enorme y precioso en nuestro corazón y lo echamos a perder porque no nos gusta el felpudo.

Te invito a pararte unos segundos, ponerte delante de Dios y pedirle que ilumine todos los vasos sanos que tienes. Todos los regalos que ha puesto en tu vida. Y si Dios te da la gracia de darte cuenta de ellos… Aprovecha para cuidarlos. Aprovecha para dar lo mejor que tienes, que es el amor de Dios.

¡GLORIA A DIOS!