Estas últimas semanas en casa estábamos aprovechando al máximo el estropajo de la cocina. Ya está completamente destrozado. Prácticamente ya no le queda la parte verde que se usa para fregar. Se podría decir que el estropajo a llegado a su límite. ¿Cuántas veces nos pasa esto a nosotros? Muchas veces en nuestra vida nos desgastamos muchísimo. Vivimos el día al limite, aunque no hagamos muchísimas cosas, vivimos el día a día acelerados, ahogados, intentando llegar por encima de nuestras capacidades. No digo que superarse a uno mismo esté mal. Pero si que muchas veces vivimos en nuestro límite. Nos desgastamos e intentamos llegar donde ya no nos corresponde. ¿Cuántas veces sientes que tienes que dar la talla? ¿Cuántas veces sientes que no eres suficiente? ¿Cuántas veces das lo mejor de ti y aun así sientes que no llegas?

BASTA YA!!!! No eres un estropajo viejo. No eres Superman. Nadie te necesita. Si, has oído bien, nadie te necesita, solo necesitan a Dios. Igual que tú. Esta es una verdad que puede doler, que puede desconcertar pero que al mismo tiempo da una paz inmensa. Dios nos llama a entregar la vida, a desgastarnos… Pero el desgaste de Dios es distinto. No es un desgaste que te destroza sino que te renueva. Es un desgaste por amor. Es el desgaste del amor. Alerta spoiler: Eres hijo amado de Dios. Eres hija amada de Dios. Y este es el mayor regalo de nuestra vida. Es lo que mejor nos define… No hay nada, ni nadie que pueda cambiar esto.

Ánimo hijo, ánimo hija. Dios quiere renovarte, quiere darte una vida nueva. Dios, está deseoso de hacer de ti un hombre nuevo, una mujer nueva. Basta de ir de un lado al otro, basta de correr, basta de malgastarte, basta de destrozarte como ese estropajo… Un hijo con su padre sabe que no necesita hacer nada, que su padre le da todo lo que necesita. Y la posición del hijo se convierte únicamente en un agradecimiento y en una respuesta. El hijo pone todo su corazón en «inutilidades». El regalo del hijo al padre es una tarjeta mal pintada pero que ha hecho con todo su corazón y que el padre acoge como una inmensidad. Dios no te quiere útil, productivo. Dios te quiere hijo, te quiere Santo, te quiere humano. Te quiere a ti. Así sin más. No necesita nada de ti. Simplemente te ama y te cuida.