Bueno… Por donde empezar a hablar de la Virgen… Es una mujer tan especial que cuesta escoger por donde empezar. Por eso, empiezo con lo que más me llama la atención de Ella. Su dulzura y su maternidad. Hace casi un mes, empecé la consagración a la Virgen María y desde que empezó mayo, la veo por todos lados. Ahora entiendo porque Dios puso a su hijo en manos de María y por qué Jesús desde la Cruz decidió dejarnosla en herencia. La Virgen es una madre muy especial, es la madre perfecta. Una madre que te ama con locura, que te educa, te acaricia y te protege. Y siempre lo hace! Y cuando lo hace, lo hace con una sencillez, con una ternura, con una dulzura… Descubrir que siempre está a mi lado, que me acompaña y me cuida en todas mis tribulaciones… Y no solo eso, sino que también participa conmigo de todas mis alegrías. Cuando alcanzo algún logro me gusta compartirlo con Ella ¡Hasta las notas de la universidad! Me la imagino saltando de alegría, abrazándome orgullosa, alegrándose de mis alegrías. Y claramente no puede faltar estar super agradecido. Le agradezco toda la compañía, todo el apoyo…

Tenemos una Madre Santa. Una Madre que escucha. Una Madre valiente. Una Madre entregada. Una Madre servicial, cariñosa, sabia, empática, humilde, fiel, llena de Gracia… En resumen, una Madre PERFECTA. Y esta mujer que tantos piropos tiene… ¡¡¡ES TU MADRE!!! Pero… si es tu madre… ¿La puedes pedir ayuda? ¿La puedes contar tus cosas? ¿Puedes pedirle consejo? ¿Puedes mirarla a los ojos y decirle que la quieres? ¿Puedes reírte y llorar con Ella? ¿Puedes acostarte en su regazo y descansar? ¿Puedes llamarla cuando estas en peligro? ¿Puedes sentir su amor? ¿Puedes aprender de Ella? ¿Puedes pedirle que te acompañe en casa, en el trabajo, en el medico, en el estudio, en un examen, en una fiesta…?

Muchas veces podemos tener heridas. Heridas en lo profundo de nuestro corazón que Ella puede sanar. Heridas por ejemplo con nuestra madre. Y Ella, es la mejor para sanar esta herida. Igual que para sanar las heridas que causan en nuestro corazón otras personas. Como cuando te peleas con un amigo. ¿A caso no has visto nunca a una madre ayudar a sus hijos a reconciliarse, a enseñarles a pedirse perdón? Pues igual, nuestra Madre del Cielo puede reconciliarnos con nuestro hermano.

Además la Virgen, nos quiere tanto, pero tanto tanto, que nos brinda miles de oportunidades y de herramientas para llegar a Jesús. Devociones, consagraciones, medallas, apariciones, mensajes… Pero hay una herramienta muy especial y no lo digo yo, lo dice la Virgen. El Rosario. El Rosario es el arma más poderosa. Es como cuando un niño pequeño se acerca a su madre y empieza: «Mami, mami, mami, mami, mami, mami, mamiiiiii» Y el niño no para hasta que su madre la escucha. Pues así debemos ser nosotros rezando el rosario. Llamando a María una y otro, y otra vez. Y al igual que a cualquier madre le saltan todas las alarmas cuando le llama su hijo… Cuánto más nuestra Madre del Cielo.

Y lo mejor de todo esto, es que es una Madre buena. Y te va a dar lo que necesites, cuando lo necesites. Y se va a «esconder» cuando lo que le pides no es lo mejor para ti. Y siempre, pero SIEMPRE se hace a un lado para mostrarte a Jesús. NUNCA se va a interponer entre tu y Dios, sino todo lo contrario. Ella es el mejor camino para el encuentro con Cristo.

Santa María, Madre de Dios y Madre mía. Enséñame a amar como tu amas. A perdonar como tu perdonas. A vivir como tú vives. Te pido que me ayudes a nunca separarme de ti ni de tu hijo. Te pido que derrames en mí el Espíritu Santo y me proporciones todas las gracias necesarias para llevar más hijos tuyos al cielo.

Santa María ruega por nosotros.