Hace poco veía un fragmento de una charla sobre suicidio. En esta charla dijeron una frase que se ha grabado en el corazón. «Oféndeme, pero sálvame la vida» «Prefiero que me ofendas a que me dejes morir». Esta frase la decía el ponente de cara a los amigos. Necesitamos amigos que lo que más les importe es que no muramos. ¿Cuántas veces viendo que un amigo se muere, se pierde, se aleja de Dios… y por no estropear la amistad o no querer hacerle daño o por cualquier otro motivo… No has actuado?

En la verdadera amistad, lo que más importa es la salvación del otro. Incluso está por encima de la amistad. Cuando vemos que un amigo se está «muriendo», tenemos que ser valientes y arriesgar la amistad con el otro para evitar su muerte. La verdadera amistad nos dice Mons. Munilla que la amistad no provoca un tubo de escape ante las malas situaciones, sino un lugar donde cargar las pilas y cobrar fuerzas para vivirlas adecuadamente. Dicho de otra manera, el amigo no es un compañero hacia la muerte sino un punto de inflexión para buscar la Vida que es Cristo.

Considero que una clave para discernir si una amistad es verdadera o no es la siguiente: Esta amistad ¿Da gloria a Dios? ¿Nos ayuda a enfrentarnos contra el pecado? La verdadera amistad solo es posible si se vive con Cristo. Si Cristo está incluido en esta amistad. Y si miramos el evangelio, Cristo era radical. Prefería que lo mataran, que se burlaran de Él, que le juzgaran… Antes que permitir que alguno de sus amigos se muera.

Antes de terminar este post, hay que dejar una cosa clara. Esto no significa que tengo carta blanca para decir lo que quiera y como quiera. Significa que si veo que un amigo se está muriendo, no me puedo quedar de brazos cruzados. Y acercarme e interpelarle igual que lo hacía Jesús. Con contundencia y ternura. Con determinación y prudencia. Y lo más importante. Jesús antes de todas estas situaciones… Oraba. Se acercaba a su Padre y oraba.

Ojalá todas nuestras amistades sean un lugar donde cargar las pilas, un lugar donde CRECER. Y no un lugar donde evadirse, criticar las asperezas de la vida. Que ir al encuentro de nuestros amigos sea siempre el momento más esperado porque sabes que de ahí solo puedes salir más cerca de Dios.

«Oféndeme, pero sálvame la vida»