Miro atrás, miro mi manera de actuar, de pensar y de vivir. Y sinceramente, creo que me estoy volviendo loco. Los criterios que utilizaba para decidir, los «colchones» indispensables para vivir confiado, los pilares fundamentales en mi vida… Todo por lo que me esforzaba por sostener y alimentar… todo el criterio, todos mis principios… Han cambiado completamente. Poco a poco he dejado de tener principios, por tener uno. He dejado de tener seguridades por tener una. He dejado de tener pilares por tener uno. He dejado de tener varios criterios y contrastes, por tener uno solo. Poco a poco todo se va fundamentando en Cristo. Cristo se va transformando en el centro fundamental de todo lo que vivo. Y a priori parece algo normal, pero si lo miras detenidamente es una locura.
Muchas veces decidimos que cosas nos convienen más o menos en función de que necesito, que me hace estar más tranquilo, que me interesa más, que es lo que más bien me puede aportar… Todos estos criterios están bien y son sanos. Personalmente creo que son esenciales para guiarse en la vida. No son para nada negativos, ni tampoco (generalmente) no llevan a equivocación. Sin embargo, todo esto se transforma por un corazón enamorado. Si nos fijamos en las parejas, de repente, todo cambia. Ya no importa tu felicidad sino la del otro. Ya no importa cambiar esos «principios» por llegar a un acuerdo… Es muy común que todo el tiempo, uno esté pensando en el otro… Y nos pasa lo mismo con Cristo e incluso da un paso más. Da un paso más porque Cristo es Camino, Verdad y Vida. Vivir enamorado de Cristo significa que ya no tienes criterio mayor que seguir su camino (seguirLe), ya no hay ninguna Verdad que poseas, que puedas adquirir porque solo hay una y es Él. Ya no eres tú el que vive sino Cristo que vive en ti. Él es la verdadera Vida de nuestra vida. Él es el destino, la meta a la que llegar. Él es la Verdad, es el criterio con el que mirar el mundo. Si estoy en el Camino, en la Verdad y en la Vida, ya no necesito «colchones». No necesito ni seguridad económica, ni social, ni nada por el estilo. Cuando es Cristo el centro, no hay NADA NI NADIE que pueda quitarte la felicidad. Nada te puede quitar la Vida.
Muchas veces ponemos pilares en nuestra vida que no son malos. Familiares, amigos, trabajo, estudios, vida de parroquia… Pero esto más que pilares independientes que sostengan nuestra vida, son extensiones, ramas del árbol, pilar fundamental de nuestra vida que es Dios. Dios a creado el mundo y lo a creado bien y por eso, muchas de las cosas del mundo pueden llenar nuestro corazón. Pero no hay nada que llene el corazón como lo hace Dios. No hay nada que llene más el corazón que a un enamorado estar con su amor. Y no hay amor más perfecto que el Amor con mayúscula.
En la biblia se utiliza el verbo en griego conocer (Ginosko) como unión, como un conocimiento profundo, como una intimidad. «hace tanto que estoy con vosotros ¿Y no me conoces Felipe?» (Juan 14, 9) «Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce, vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora en vosotros y está en vosotros.» (Juan 14, 16-17). Es precisamente esta unión la que Dios quiere con cada uno de nosotros. Para vivir como un loco enamora. Que le amemos tanto como para conocerle y ser Uno con Él. Amarle tanto que todo deje de tener sentido y que el único sentido sea Él.
Hoy te invito a acercarte al Espíritu Santo. No lo busques fuera, sino al que habita en ti. Pídele luz, pídele que ilumine y gobierne tu vida. Que te ayude a enamorarte de Él. Revisa también si tu alma está en Gracia. Confiésate si es necesario. Para que el Paráclito habite en una morada limpia. Muévete por y para Él. Y poco a poco ir transformándote en un loco enamorado, para así conocerle y sea el único pilar, sentido, criterio, Camino, Verdad y Vida de tu vida.
Buen Jesús mándanos tu Espíritu con su Luz, para que seas mejor conocido.
Mándanoslo con su fuego para que seas más amado.
Mándanoslo con sus dones para que seas verdaderamente imitado.
Envía Señor tu Espíritu que renueve la faz de la tierra.