Muchas veces me paro a pensar en cómo puedo amar más a Dios. Qué puedo hacer para amarle más, para enamorarme de Él. Y después de mil respuestas extravagantes y darse cuenta de que Dios no lo quiere así. Me he acordado de una frase. «El roce hace el cariño» un refrán muy conocido que explica muy bien cómo amar más a Dios. Creo que se explica solo, pero aun así propongo una breve síntesis.

¿Qué roces podemos tener con Dios?

Principal y fundamentalmente tenemos la eucaristía. Participar de la eucaristía es la modalidad instituida y elegida por Dios para encontrarse con nosotros. Todo lo demás es extra. Pero no existe vida cristiana sin eucaristía. Tenemos la adoración eucarística que nos aporta la posibilidad de dirigirse a Dios cara a cara Tenemos la suerte de que vive en nosotros y que podemos hablar con Él en cualquier situación: al despertarse por la mañana, al bendecir la comida, al quedar con un amigo, al estudiar, al acostarse…. Tenemos un Dios super cercano y lo desaprovechamos completamente. Dios nos acompaña en cada instante por lo que cada instante es una oportunidad para encontrarse con Él. Nuestro objetivo debería ser vivir «encontrados», vivir con Él y para Él. Siendo Dios el centro de nuestra vida.

¿Cómo es ese cariño?

Obviando la diversidad de amar, ya que el amor es completamente personal y único. Es cierto que sí hay algunas características comunes. Y para no equivocarse en estas características lo mejor es recurrir a la palabra de Dios. (1 Corintios 13). El amor paciente. Muchas veces en nuestra relación con Dios nos cuesta mucho esperar, nos cuesta entender que Dios tiene sus tiempos. Pues la mejor manera de amar a Dios en estas situaciones es ser paciente. El amor es benigno. O dicho de otra manera. El amor es bueno para crecer. Si cuando estás con una persona y sales malhumorado, triste o alejado de esa persona. Significa que ahí no ha habido un buen amor. Si cuando salgo de la oración, salgo triste, con malos pensamientos, odiando a Dios o tratando peor a las personas que tengo al lado. Por mucho rato de oración que hayas hecho, no sirve para nada porque no había amor. Si hay amor, uno sale alegre, lleno de vida y con una gran disposición a dar fruto y entregarse a los demás. El amor goza con la verdad. En la verdad no camben ambigüedades. Dios no quiere una relación contigo sin definir. Sino que la ha pensado de una manera concreta. Él es la verdad, y la modalidad que ha elegido es la filial. El Padre con el hijo. Una relación definida, concreta, en la que se deja claro cual es el papel de Dios y cual es el mío. Y para acabar, el amor todo lo cree y todo lo soporta. Si amamos a Dios, la cruz se vuelve una carga ligera, es soportable. Si amamos a Dios, aunque no entendamos, confiamos plenamente en Él. Amar a Dios significa abandonarse a los brazos del Padre, confiar en Él, aceptar su camino y entablar una relación personal y única.

Y un signo inequívoco de si un amor es verdadero o no, se comprueba a largo plazo. «El amor no pasa nunca». Y cuando vengan todas las adversidades, en nuestro corazón solo quedan tres cosas. La fe, la esperanza y el amor. Y la más grande es el amor.

Te invito a dejarte rozar por Dios. Es una tarea difícil, sobre todo al principio… Un super reto para valientes: Cada 10-15min del día de hoy preguntarse donde está Dios en lo que estoy haciendo y responderle adecuadamente. Quizás es dándole las gracias, o pidiéndole algo, o simplemente diciéndole «te quiero».