Estos días con mis sobrinos en casa ha ocurrido algo que me ha llamado mucho la atención. Estaban peleándose y una de ellas se fue triste al cuarto de los abuelos. Cuando me hacerlo a preguntarla, me dice que está triste porque ya no tiene hermanos. Extrañado la pregunto ¿Cómo que no tienes hermanos? y me dice que no tiene hermanos porque se han peleado y no se han pedido perdón. A nuestros ojos puede parecer una afirmación demasiado exagerada o radical la de no tener hermanos. Probablemente lo haya pensado así por las típicas frases de que los hermanos no se pelean, o que los hermanos se piden perdón Sin embargo esto me ha hecho pensar en que aunque parezca absurdo (que en cierto aspecto lo es) nos pasa algo parecido con Dios.
Muchas veces nos pasa, que nos olvidamos de la identidad de hijos de Dios cuando pecamos. Que por el hecho de haber pecado, «habernos peleado con Dios», dejamos de ser hijos, dejamos de poder acercarnos a Él, y de hablarle como a un Padre. Nos ponemos tristes e incluso no nos atrevemos a pedirle perdón.
Al poco rato de empezar a hablar con ella, llegan sus hermanos y la dan un fuerte abrazo y uno de ellos les pide perdón. Y es que aunque pensemos que Dios no es nuestro Padre aun así quiere acercarse a nosotros. Sale a nuestro encuentro para devolvernos esa identidad de hijos amados. Hace unos días el evangelio trataba sobre ser astutos como serpientes y sencillos como palomas. Y debemos ser astutos siempre que el patas quiera trastocar nuestra identidad. El demonio sabe, que si distorsiona la identidad de la persona, es la mejor forma de alejarla de Dios. Porque no se podrán reconocer amadas por Dios. Y es esta distorsión la que más abunda en la sociedad actual. Una sociedad en la que la identidad de ser mujer o ser hombre no se entiende. La identidad de ser una sola carne el matrimonio no se entiende. La identidad que tiene un bebe antes de nacer o un anciano antes de morir no se entiende. La identidad de una persona de normal esta distorsionada y de ahí tantas crisis, tanta ansiedad, tantos suicidios.
Y la manera en la que Dios nos devuelve esa identidad, y nos llama a devolver esa identidad al mundo, no es con razonamientos como intentaba hacer con mi sobrina. Sino de la misma manera que hicieron sus hermanos. Amando, abrazando, perdonando y pidiendo perdón. Entramos demasiadas veces en debates inútiles, pensando que es problema del entendimiento y no del corazón. El mundo necesita ser amado. TÚ NECESITAS SER AMADO.