¿Qué es el miedo? El miedo es una emoción que sentimos al reconocer un posible peligro real. Una emoción que aparece para protegernos de algo que creemos o sabemos que nos va a hacer daño. Cuando pienso intento fijarme siempre en los niños. Un niño cuando nace, no tiene miedo. Un bebé cuando empieza a caminar, no tiene miedo a caminar. Pero poco después, en cuanto se cae por primera vez… Aparece el miedo. No quiere intentar caminar, y menos solo. Y la única manera que tiene ese niño pequeño es agarrase a las manos de su padre o de su madre para volver a caminar. La única manera es confiar en su padre y en su madre.

Así somos nosotros ante Dios. Siempre que tenemos miedo de algo, es porque tenemos una herida detrás. Ha habido un momento en el que nos hemos caído y nos hemos hecho daño. Todos los miedos se resumen en esto. Uno no tiene miedo a la oscuridad, a hacer el ridículo o a abrir su intimidad. Tiene miedo de volver a sufrir. Tiene miedo a que en esas situaciones le vuelvan a hacer daño. Una persona con miedo es una persona herida. Y cuanto más profunda es la herida y más arraigada en el alma, mayor va a ser el miedo que aparezca.

Muchas veces a lo largo de nuestra vida, no identificamos cuales son nuestro miedos. Los banalizamos o ignoramos inconscientemente. Nuestro cuerpo, para protegerse de esa emoción tan poco agradable, tapa esa herida, y ese miedo a sufrir, con miedos «superficiales» o excusas para evitar las situaciones que más miedo nos dan.

Dios quiere que le entreguemos nuestros miedos, que confiemos en Él, que nos agarremos a sus manos para volver a caminar. El miedo muchas veces nos paraliza y nos impide recorrer ese camino de felicidad que tiene Dios diseñado para nosotros. Incluso, Dios todavía quiere más. No solo quiere que hacernos felices y ayudarnos a vencer nuestros miedos, también quiere sanar esas heridas. Dios quiere que confiemos en Él y venzamos nuestros miedos para sanarnos. Y en mi opinión algo que me encanta de Dios en este sentido es su paciencia. Dios conoce a la perfección nuestras heridas y miedos. Entiende todo lo que nos puede costar confiar en Él, entiende nuestro corazón al máximo. Nos cuida, y nos prepara poco a poco, al ritmo que necesita nuestro corazón, para volver a Él. 

A través de un sacerdote, un amigo, un testimonio, un profesor… Dios va poniendo en nuestro corazón la alegría y la esperanza de ser hijos amados. Dios envía angelitos a nuestra vida para apoyarnos y hacer crecer esa confianza en Él. Nos ha dado hasta una Madre con la que hablar, reír, llorar, confiar, pedir, amar… Una madre en la que también nos podemos agarrar para caminar. Una Madre que nos lleva a los brazos del Padre.

Dios está deseando sanarte, está deseando liberarte de estos miedos. Solo necesita que confíes en el y te agarres a sus manos. No te angusties si te cuesta confiar, o no eres capaz. Dios conoce tu corazón y enviará las gracias necesarias para salvarte. Solo tienes que poner tu casinada para que Dios ponga su casitodo.