De otro color

No sé si esto te puede haber pasado alguna vez, pero me pasa muy a menudo. Estaba cansado de hacer las cosas bien. Cansado de esforzarme por las cosas, sobre todo cuando no salen como espero. Y ante esto, soy honesto, esta semana me he dado por vencido. Y he dejado que los días pasen sin poner el corazón. Sin estar verdaderamente presente en las cosas. Atendiendo las obligaciones pero sin intencionalidad, rodando la bola de la rutina. Y sigo siendo sincero ¡Qué semana tan fácil! Sin embargo, qué lástima. Han sido un par de días insípidos. Días sin color, fríos, neutros, tibios... Dios, por otro lado, tenía un plan. Hoy ya había quedado con una amiga, una amiga muy llena de Dios y que había despertado en mi corazón este deseo de vivir la paternidad que comentaba en el otro post. Me daba cuenta de que, para acercarme a ella, quería estar yo cerca de Dios.

Habíamos quedado para ir a misa juntos, y he llegado un poco antes para confesarme y volver a ponerme en diálogo con el Señor. «Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado». Desde el minuto uno, en el evangelio de hoy, ya me estaba diciendo Dios: "vive lo que te toca vivir". Aquello que me toca vivir es aquello donde Dios quiere encontrarse conmigo. Es ahí, ahí donde yo soy más yo porque vivo en mi realidad. Es ahí donde, al encontrarse con Dios, uno puede saborear la vida.

Peeeeeeero Dios siempre desborda, no calcula en el amor. Esto que con el evangelio lo he entendido en la cabeza, lo ha llevado al corazón. Nada más salir de misa, esta amiga y yo no nos parábamos de reír. Desayunamos unos bollos riquísimos de una pastelería. Y empezamos a hablar de nuestro futuro, de lo que Dios nos pone en el corazón a cada uno. Y nos maravillamos de lo grande que es Dios. También surge la oportunidad de hablar de aquellas cosas que nos cuestan y nos duelen, lo que nos preocupa y de las cosas con las que no sabemos qué hacer o como actuar. Simplemente, vivir una amistad en la que, como buena amistad, se pone en juego la vida, se pone en juego quién soy y quién es el otro. Y tan sencillamente, en el transcurso de 2-3 horas he podido reír, llorar, disfrutar, conmoverme, amar... He podido ver la vida en 4k colorfull ultrahd. He podido gustar la belleza de implicar el corazón en aquellas cosas que vivo. Cuando hablábamos de la vocación surgía una idea: "Aunque parezca una locura, sería una locura a un mayor no fiarme de Él".

Aunque lo que Dios cada día nos propone pueda ser anti-intuitivo o duro de digerir, sería una locura no hacerle caso. Sería irrazonable. Aunque nuestra razón primeramente nos diga que es una mala idea. Cuando tienes la certeza de que esa llamada de Dios corresponde a lo que hay en el corazón, la locura es no seguir aquello en lo que reconoces tu felicidad.

A veces la vida se hace cuesta arriba e incluso nosotros mismos entorpecemos nuestra propia felicidad. Pero la experiencia que podemos hacer cada uno de nosotros es que MERECE LA PENA ENTREGAR LA VIDA. Y es la vida, la tuya, la que te corresponde, la que tienes en casa, en la uni, en el trabajo... No nos engañemos, a veces nos ilusionamos pensando en que Dios nos llama a dejarlo, pero todo lo contrario. Siempre, siempre, siempre... SIEMPRE. Dios me lleva a vivir mi propia realidad con veracidad, con intencionalidad, con toda su esencia. Si me llama a irme de misión a Tombuctú es porque en Tombuctú es lugar donde más y mejor voy a vivir la relación con todo aquello que me "pertenece" (que pertenece a mi vida, mi historia, mi identidad de hijo, hermano, amigo, estudiante...). La vocación es al Amor, y si no me lleva a amar más, sino que me lleva a huir... O me estoy confundiendo con la llamada o no la estoy viviendo bien. Entrega la vida, ama, implícate, saborea, disfruta, llora, baila, río... Vive verdaderamente y vivirás con el Señor.