La comunidad como amistad

Hablando con varios amigos me daba cuenta de que por lo general nos cuesta mucho entender que es la comunidad. No soy ningún experto en el tema, pero voy a intentar arrojar un poco de luz. Como es un tema bastante profundo pretendo dividirlo en tres post. «La comunidad como amistad», «La responsabilidad con la comunidad» y «La iglesia como comunidad».

Primero cabe destacar una diferencia importante. Hay diferentes tipos de amistad y diferentes grados... La comunidad es amistad. Amistad no como la pinta el mundo, sino como la que vivían los apóstoles. Es Jesús quien los reúne como nos reúne a nosotros hoy. La comunidad nace del amor de Dios, es escogida por Dios, preferida por Dios. La comunidad es ese «lugar» donde podemos caminar juntos hacia el mismo destino. Esas personas con las que compartimos algo esencial en la Fe: el encuentro con Cristo. El amor tiene un rasgo distintivo, me abre al otro. Por eso, en el diálogo personal, individual y particular de cada uno con Dios se abren los brazos al otro. Viendo a Jesús podemos reconocer como el abrazo entre el Padre y el Hijo contiene en ellos al mundo entero.

En el diálogo personal de cada uno con Dios, se hace más verdadero y profundo cuanto más lleno de personas está. Un signo de acercarse a Dios es que poco a poco en la oración personal se van adhiriendo personas en este diálogo. Igual que el Padre y el Hijo hablan de ti y de mí. Cada uno de nosotros está llamado a hablar del prójimo al Padre. Y es precisamente esto, el PRÓJIMO. El prójimo es el que tengo al lado, el que Dios ha puesto. Ahora surge una pregunta: ¿Por qué mi prójimo es mi amigo? ¿Por qué decimos amigo? Esa persona que tengo al lado, muchas veces no me cae especialmente bien. A veces, o más bien casi siempre, encontramos en nuestra comunidad personas que no nos agradan. Entonces... ¿Por qué amigo? Pues decimos amigo, porque hay un afecto. La amistad va más allá de la afinidad. Los amigos son aquellas personas que se les otorga el poder de ayudarnos a convertirnos en quienes somos.

Este convertirnos en quienes somos es fundamental. Es un camino que no podemos recorrer solos. Porque precisamente no sabemos quiénes somos. Quien soy «Yo» se descubre en el otro. Sólo puedo darme cuenta de que sé amar si hay otro. Sólo puedo darme cuenta de que soy generoso si hay otro. Sólo puedo ser verdaderamente «Yo» si hay otro. Involucra todo, no puedo descartar nada. Si descarto al que me cae mal, me pierdo a mí mismo. Sintetizando, la comunidad es la amistad con aquellos que Dios ha puesto a mi lado y que caminan hacia él. Aceptándolos tal y como son (lo que a su vez implica que yo también soy aceptado tal y como soy). Amistad en la que surge un afecto especial que nace del Padre y el Hijo. Un afecto que nace de mí hacia el otro por el amor que le tiene Dios. Y que por este afecto, llamado caridad, estoy llamado a convivir y ayudar a transformarse en quién es.

Esto significa que da un poco igual en que comunidad estés. Porque todas van a ser imperfectas, primero porque estás tú y segundo por el hermano. No podemos ir buscando la comunidad perfecta, sólo abrazar la que Dios te presenta como una oportunidad. Así me he dado cuenta de que no solo necesito del otro, sino que el otro necesita de mí. Y esta mutua necesidad solo puede salir bien si Dios está en cada uno de nosotros. Convirtiéndose así en un lugar de encuentro con Dios. ¡Esto es flipante! En el pesa'o de turno, en el que siempre dice el comentario más desafortunado en el peor momento, en el que se come los mocos... En ese, Dios quiere encontrarse conmigo. En la comunidad se da la caridad que me permite caminar en la Fe con esperanza. En la comunidad se hace palpable que Cristo está vivo, que Él ha resucitado y camina contigo.